26 de enero de 2018

LUCHA ELECTORAL POR EL SEGUNDO LUGAR


Por: Octavio Díaz García de León


     Las elecciones de 2018 le están planteando un reto interesante a un amplio sector de votantes. Sobre todo, a quienes tradicionalmente han votado por un partido, ya que ahora se encuentran con dilemas que no habían tenido en elecciones anteriores. Este panorama plantea a los partidos una posible pérdida de parte de su voto duro tradicional por lo cual tendrán que apelar al voto de los indecisos y atraer votos de simpatizantes de otros partidos.

    Pongamos el caso de los panistas. Su candidato, Ricardo Anaya, ha usado todos los medios a su alcance para tener una elección interna a modo.  Tradicionalmente los militantes elegían a su candidato y las precampañas eran verdaderas contiendas democráticas. Anaya, aprovechando su posición de presidente de su partido, fue orillando a sus posibles contrincantes a abandonar la pelea, quedándose como candidato único al final.

     A la primera que le molestó esta situación fue a Margarita Zavala que esperaba hubiera un juego democrático interno donde ella pudiera competir. Al cerrarse esa opción, decidió abandonar el PAN y buscar una candidatura independiente. Los otros precandidatos se quedaron en el partido, pero abandonaron la contienda interna por falta de garantías para una competencia justa.  

     Los panistas se quedaron con un candidato único impuesto y a quien le faltó esa contienda para contrastar propuestas y conseguir el apoyo genuino de los militantes de su partido. Hoy en día muchos panistas o simpatizantes, dudan si apoyar a Anaya o no.  
  
    Otro aspecto que será difícil de digerir para los panistas es la alianza con el PRD ya que, en términos generales, sus posiciones ideológicas son muy distantes.  

    Para los militantes del PRD, la situación tampoco es halagüeña. Su candidato presidencial será un panista de quien conocen poco, porque su experiencia política y administrativa ha sido breve. Además, al igual que a los panistas, los alejan las diferencias ideológicas entre ambos partidos.  

     Tampoco hubo contienda interna en el Frente para elegir a su candidato como lo pedían destacados perredistas, imponiéndose Anaya como candidato único y dejando sin opciones a los simpatizantes del PRD. Por ejemplo, el Dr. Mancera, jefe de gobierno de la CDMX, había expresado interés en participar en una elección interna del Frente. Al final, se le cerraron los caminos para ello.    

     En el caso del PRI los militantes y simpatizantes han tenido que aceptar a un candidato que no es militante de su partido, y que incluso se le identifica más con el PAN, dejando de lado en el proceso, a políticos priistas de mucha tradición y fuerza, incluyendo a Osorio Chong, entre otros.

    Por otra parte, al PRI le afecta el debilitamiento  que ha sufrido la presente administración, acosada por tres grandes problemas: la corrupción, ya que no pasa día sin que salga un nuevo caso que involucre a altos funcionarios; la inseguridad,  que se encuentra a niveles nunca vistos;  y el mal manejo de la economía que ha producido inflación, devaluación, estancamiento económico, crecimiento de la deuda del gobierno a niveles alarmantes, baja en las reservas internacionales, un gasto público desbordado e improductivo y un posible debilitamiento de la autonomía del Banco de México.

     Ante este escenario, hasta los partidarios más fieles del PRI, pueden estar dudosos de volver a votar por ese partido.

    De AMLO no hay mucho que decir. Tiene su voto duro más o menos estable desde hace 18 años que inició su campaña a la presidencia. Quizá reciba el apoyo de algunos indecisos que antes simpatizaban con el PRD y el PRI, pero sin aumentar su porcentaje de preferencia, significativamente.

    Los independientes, aunque atraen un segmento importante del voto del PAN, PRI y PRD, aún están lejos de ser contendientes competitivos.

     En este escenario de indecisos y de dilemas que atormentan a los votantes, es probable que la lucha por el segundo lugar sea la clave. Es decir, AMLO sigue al frente de las encuestas con alrededor de una tercera parte de las preferencias. Pero las otras dos terceras partes no lo quieren y no votarán por él.

    Ante esto, ya sean Anaya o Meade, quien logre colocarse en segundo lugar de las preferencias ya cerca de la elección, puede ser el ganador en la contienda. De destacar uno de ellos en un claro segundo lugar, el voto útil contra AMLO se podría inclinar para apoyar al candidato que estuviera en segundo lugar.  Algo así sucedió en 2006 cuando una buena parte del voto priista apoyó a Calderón.

    Otro factor a considerar es que MORENA no gobierna ningún estado. Allí la maquinaria de los otros partidos que gobiernan al país, incluyendo el federal, jugará a favor de sus candidatos. De igual forma, al final, también las estructuras locales podrían apoyar al candidato que va en segundo lugar, sin importar partido, si el objetivo es derrotar a AMLO.  

   Si los opositores a AMLO no logran rebasarlo en las preferencias, la lucha por el segundo lugar puede ser definitoria para estas elecciones. Hagan sus apuestas.
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